El lenguaje me merece una entrada propia. Sin duda alguna, subestimamos hoy en día su poder.
Como he tratado de explicar en anteriores entradas, lo que nos distingue de otros entes es, más aún que la cantidad de información que procesamos, la arquitectura y estructura que damos a esta información.
En concreto, durante la formación del cerebro, la manera de asociar conceptos, que luego formarán nuestras ideas, se realiza a través de palabras. A día de hoy consideramos que nuestro lenguaje es algo simple y común, pero en realidad se trata de una obra de ingeniería muy precisa y particular. La manera de orientar el lenguaje hacia objetos es algo completamente novedoso en el reino animal. En este, encontramos de manera más frecuente sistemas donde el lenguaje se orienta a acciones y finalidades muy concretas, claramente establecidas por los instintos.
En el lenguaje humano, en cambio, aplastamos este tipo de lenguaje (que caracteriza los llantos de los bebés, por ejemplo) y lo sustituimos con un lenguaje de tipo objeto mucho más rebuscado y concreto. Mediante sistemas de repeticiones, logramos que la inteligencia en desarrollo sea capaz de saber a qué nos referimos, y de aprender a la fuerza los conceptos que le enseñamos. Toda esta serie de conceptos, además de potenciar la memoria al codificar la información, permiten a las personas mantener un sistema medianamente coherente entre sí, facilitando la comunicación.
Como he dicho, además pueden marcar el total de la formación de una persona. Esto se debe a que, al construir un sistema de codificación que nos vemos obligados a usar a diario, también nos ofrece una ayuda mnemotécnica para recordar en general cualquier cosa. La mayoría de animales, al no disponer de este sistema de asignación, para recordar una idea, un momento, deberían almacenar la totalidad de la impresión sensible asociada a dicho momento. Además, esto no sería muy útil, ya que tampoco tendrían un sistema para procesar y emplear esa información. En cambio, nosotros podemos recordar un hecho a partir de datos sueltos, de las representaciones de las impresiones. Esto supone que podemos almacenar en memoria una representación medianamente fiel de cualquier hecho.
Por último, algunas conclusiones importantes de este hecho: Si consideramos a una persona como las ideas que existen en su cerebro, entonces, a la vez que establecemos un origen para estas ideas (el propio lenguaje), establecemos la unidad básica del pensamiento humano, la palabra, y el sistema entero de pensamiento humano. Su base será lingüística, aunque después desarrollemos sistemas como la lógica para procesar esos contenidos. Y esto significa, por último, que el lenguaje debería tratarse con mucho más mimo y cuidado.
Si alteramos el lenguaje humano, y educamos a alguien en ese lenguaje, podemos llegar a alterar el pensamiento de esa persona. Podemos dirigirla hacia pensamientos concretos, incluso. Si redesarrollamos el lenguaje, podemos cambiar a al humanidad entera y eliminar muchos de sus errores, para siempre.
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