13/1/11

Educación 4: La actual

He decidido dar una serie de ejemplos de lo que considero que está siendo la educación actual, de qué está haciendo la sociedad para condicionar a sus gentes.

Caso 1:

Albertito sale a la calle, y ve un gato. Se acerca con curiosidad. Otro niño, apenas un par de años mayor que él, se acerca y lanza una piedra contra el gato. Este sale huyendo despavorido. Albertito, pocos años después, repetirá esta escena delante de otra persona, manteniendo el círculo.

La sociedad funciona por imitación. No existe ningún instinto trascendental que nos invite a imitar, ni ningún Dios que nos obligue a ello. Simplemente, existe un espectador externo, que quiere conocer el mundo, por supervivencia, y que observa como otra persona, convencida de si misma, realiza una cierta acción para lograr un cierto resultado. Así pues, el espectador querrá investigar el caso, su trascendencia, repitiéndolo y observándolo desde una perspectiva más cercana. Seguramente, al tiempo, se canse y decida que es una acción inútil, sin interés.

El daño, sin embargo, ya está hecho. Algún otro observador le habrá visto, y repetirá también la acción, creando una acción inútil, pero repetida en el tiempo.

Caso 2:


Al poco, la madre de Albertito aparece para recriminar a su hijo la acción cometida, que ha observado desde lejos. A ella su madre le explicó que los animalitos también tienen alma, que son criaturas de dios, y que no es correcto hacerles daño. Albertito no comprende para nada esta frase, pero decide que, dada la autoridad materna, dado que ella siempre ha tenido razón y lleva mucho más tiempo que él en la tierra, le hará caso.

Como siempre, además, creemos suficiente la autoridad de la edad. Creemos que aquél que lleva más tiempo que nosotros aquí, habrá de saber más que nosotros del mundo. Sin embargo, aquí surge un pequeño problema. Cuando hablamos de circuitos eléctricos, o de neuronas, que no fallan, es lógico que unas no duden de la veracidad de las demás. En cambio, entre humanos, que fallamos, deberíamos ser capaces de replantearnos si nuestro sistema es correcto.

Todo el mundo, o casi, comparte la opinión de la madre de Albertito. Así que jamás tendrá una razón para discutirla o intentar comprenderla. Nunca llegará a replanteársela, y pasará a formar parte de ese grupo de personas que comparten esa opinión. Sea cierta o falsa, nunca lograremos derribarla, si no hay alguien que intente descubrir, por si mismo, su veracidad.


Caso 3:

Albertito ha crecido. Es ya una persona normal, un individuo integrado en la sociedad. Disfruta de su vida emotiva, busca novia, ha pasado ya por varios procesos amorosos. En general, es feliz.


Sobre todo, comprende el mundo. El envía una señal, y el mundo siempre responde de la manera esperada. Su sistema funciona a la perfección. Ahora ya no tiene ninguna razón para replantearse nada serio, y puede dedicarse a pensar a partir de la base que le han dado, de una serie de ideas que todo el mundo comparte. Varios millones de personas, y varios miles de años, las abalan. Nunca nadie ha necesitado replanteárselas en serio, así que habrá de ser cierto.

El mayor problema es que no existe una referencia externa. No podemos ver a nadie que no dependa de este sistema, así que no nos atrevemos a replanteárnoslo. No hay necesidad, no hay razones. El propio sistema nos proporciona no solo herramientas con las que cambiar el mundo, sino que además nos da explicaciones coherentes cuando estas fallan. Coherentes con el propio sistema, al menos.

Los niños pueden replantearse las cosas. Los adultos están demasiado metidos, para ellos es demasiado complejo. Han construido demasiado en este mundo como para permitir que una duda lo destruya todo. Han sido satisfactoriamente educados.

Sin embargo, si todas estas ideas fuesen erróneas de base, el sistema se mantendría igual. Si todos forman parte del sistema, y consideramos prueba suficiente el propio hecho de que todos formen parte del sistema, podemos sostener absolutamente cualquier sistema. Es un argumento cíclico, virtualmente imparable. Podemos crear la ilusión de que todo funciona, ya que cada vez que emitimos una señal, hay ahí alguien dispuesto a responderla en función de lo que la sociedad exige. La sociedad habla, y la sociedad responde. Jamás podría haber así una falla en el sistema. Aquellos que vean más, que ser replanteen el sistema, podrán ser asociados al término enfermedad, serán considerados peligrosos, y por tanto serán eliminados o ignorados.


Reflexión:
 
Albertito será feliz, y nunca tendrá la necesidad de plantearse nada. Miles de hechos a lo largo de su vida le han formado, hasta ser parte de la sociedad. Sin embargo, habrá gente que piense un poco más. Tarde o temprano, alguien tendrá que replantearse la veracidad de estas ideas.

Porque hoy día funcionan, dentro de nuestro paraíso particular. Pero existe el exterior, y al exterior le da lo mismo nuestra sociedad. La ciencia es el único lenguaje verdaderamente universal. La única manera de que realmente podamos entendernos con el universo, fuera de nuestra burbuja.

Aprendamos a hablar en ciencia, por favor. Es nuestra esperanza de salvación.

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